Ay ay, no es sencillo hablar del primer amor, especialmente si fue un amor duro de vivir, amar y perder.
Para los que me conocen, muchos sabrán como esta relación afectó mi día a día y como cambió mi vida entera.
Ésta historia es larga de contar, así que con seguridad me tomará unos cuantos capítulos, quién sabe...
Tenía 19 años cuando decidí irme a estudiar Gastronomía en Argentina. Mi madre con un poco de recelo me dio todo su apoyo. Soy su única hija, muchos entenderán lo duro que es dejar ir a tu único retoño lejos de ti y peor si se trata de dejarla ir a otro país a valerse por sí misma. Sin embargo, para mi salir de mi casa, justamente para valerme por mi misma, era algo completamente necesario. Al ser única hija, nieta y sobrina, pues te conviertes en el centro de atención de todos y, sin decir que he sido malcríada sin duda he sido muy mimada y es por eso que muchas veces carecía de voz propia.
Argentina para mi significaba desarrollarme como una mujer joven, capaz de tomar sus propias decisiones, capaz de equivocarse y sobreponerse ante cualquier dificultad. Y Argentina me entregó varias de las pruebas más difíciles que me ha tocado vivir. A pesar, de sentir que muchas de esas pruebas no eran necesarias, estoy convencida que me convirtieron en la mujer que soy hoy, me permitieron darme cuenta de una fortaleza que nunca tuve oportunidad de conocerla anteriormente y por eso estoy agradecida.
Primavera de 2007.
Mis roommates y yo nos vestimos y maquillamos para impresionar; la ocasión, dar la bienvenida a la primavera. Eramos tres ecuatorianas trantando de encontrar caras conocidas o por lo menos amigables para hacer grupo y bailar y pasar chévere. Por ahí, en medio de toda esa gente: carita conocida, carita, que realmente, de nosotras no se acordaba. Nos presentó a quien de inmediato obtuvo toda mi atención. Creo que son de esos momentos en los que la razón se va de paseo, se duerme o simplemente no quiere aparecer; y el cerebro con todas sus reacciones químicas gracias a la atracción física predominan sin limitación alguna; y ya no hay nada que hacer. Durante mucho tiempo yo me refería a este primer encuentro como amor a primera vista, que en la actualidad, yo diría que simplemente fue una atracción física muy fuerte. Debo admitir que cuando vi, a mi futuro primer amor, sentí millones de mariposas y chispas recorriendo mi cuerpo. Él era mi tipo, físicamente hablando, pucha, fue todo lo que siempre había soñado. Alto, o al menos un poco más alto que yo, (que para mi estatura, en Ecuador es cosa sensillamente muy compleja), tenía barba, contextura normal, lindos ojos con largas largas pestañas, manos muy fortachonas y bien llevadas, muy bien vestido y bueno, etc, etc, etc...
A pesar de esta conexión inmediata que ambos sentimos, cada uno agarró por su lado y ambos tuvimos distintas parejas de baile pero, durante la noche nos buscábamos con la mirada. Cruzamos un par de palabras, creo que sería preguntándonos lo básico y ya la noche terminaba y ya era hora de despedirnos y yo no fui capaz de pedirle su número telefónico y finalmente me resigné a posiblemente no lo vería más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario